Siempre sentí que la creatividad no es un talento, sino una forma de mirar el mundo. Nace de las experiencias, de animarse a probar, a equivocarse y volver a intentar
Desde chica encontraba calma en crear: dibujar, transformar, pintar. Era mi cable a tierra, mi manera de entender las cosas.
Con el tiempo entendí que la creatividad no solo vive en el arte, sino en lo cotidiano: en cómo resolvemos, conectamos y transformamos. Aparece cuando hay curiosidad, libertad y ganas de hacer, incluso sin saber del todo cómo.
Aprendí que el miedo a equivocarse es el mayor límite, pero también que de los errores nacen nuevas ideas. Para mí, la creatividad no se enseña: se contagia. Se construye todos los días, con observación, sensibilidad y compromiso.
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